viernes, 30 de septiembre de 2011

Vente, Primaveras.

A mis veinte no deberían pesar los días, ni los años, ni el roce del sol de medio día. Y es que me salen pecas, se me arruga la nariz y frunzo el ceño para ver que sí.
Dicen que este período es de incertidumbre, que el tiempo se vuelve loco, que no sabe si reír o llorar y que es la perdición del hombre. ¿Qué más da? ¿qué mas da si te quedas o si te vas? ¿qué más dan los días grises? ¿qué más dan esas cosas que me dices? ¿qué más da si no me importa nada más?.
Que me quedo aquí al sol con la calma del mar, con el viento enredándome el pelo, con este Abril pasado y con el Mayo que está por estrenar.

Radiación invisible.

El sol se ha equivocado esta mañana. Los rayos del sol han debido sentirse atraídos por las experiencias de intercambio, bien siendo siempre didácticas, de temática indistinta. Se me han unido los despertares malacitanos a los anglosajones y algo no me cuadra.
Pensé que mi desapego era crónico, que como siempre, una vez que me voy no vuelvo a saber de mí.
Se ve que hay cura... o remedio natural. Se me estará quitando el verde, o estaré subiendo un par de números en mi cinta métrica. Tendré que comprobarlo más tarde, pero es que me estoy volviendo de algodón de azúcar.
El sol me ha vuelto loca. Pretende hacerme creer muchas cosas, y sé que en los días próximos me abandonará para no volver. Lo único que sé es que las mañanas son el mejor momento del día.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Los orígenes de Pangea

Empezar, no sé cuando empecé. Quizá cuando descubrí que a los cuatro no dormía sin un libro. Quizá con las primeras rimas de Gloria o de Antonio, no sé muy bien. Los orígenes siempre son confusos.
Lo claro está en la inspiración, en la envidia infinita de las palabras tan perfectas.
Un intento, dos, tres... perdí la cuenta. Se quedaron en libretas bajo la llave de mi cajón. Sin volver a dejarles ver la luz. Y fin, hasta ahora, hasta un rubio de ojos azules que me insinuó la malversión de no coger un boli.
Ya no las encierro bajo llave y aún se quedan en silencio.

Septiembruna

La nostalgia acecha a mis ojos como Pedro por su casa, no entiende que quiero ser fuerte y hacerme la valiente. No entiende de sabores agridulces, ni de historias incompletas.
Esta curiosa nostalgia de dejar atrás lo más bonito que he creado con mis manos. Esta pequeña tribu nacida de cada padre y cada madre, adecuada a cada labor y tan distinta en su integridad que me sorprende esa necesidad imperiosa de mantenernos unidas. Esta que se ha convertido en mi especial religión.
Se entremezcla Septiembre con olor a suavizante y a lluvias estabilizadoras. A unas ganas locas de aferrarme a vosotras y que no me dejéis ir, a un desconsuelo tal que se ha convertido en mi Pepito Grillo.
Esta creación que dejo en "stand by" como si fuera un inciso para ir a comer, que luego vuelvo. Que luego vuelvo.