miércoles, 12 de enero de 2011

Ser perfecto es haber cambiado muchas veces

Los cambios nunca son fáciles, pero al fin y al cabo es hacerse a la idea de las cosas. La firmeza de lo conocido y la simpatía de lo estable saludan, pero no hay que fiarse de todo el mundo ni de todas las sensaciones. Suelen jugar malas pasadas y, de vez en cuando, conviene protegerse un poco.
Bien instalada en el pensamiento de que las cosas que han cambiado ya son parte de la normalidad, vuelve a pasar. Me pilla desprevenida, esta vez, desprevenida, boquiabierta y con el corazón en la boca. Un vuelco al corazón. ¿No habían cambiado las cosas? Pues resulta que no, por lo menos en esta ocasión. Lapsus, desliz, excepción, el nombre es lo de menos.
Y bien, cambio deshecho. Un lío de caricias y besos, quizá eso reste importancia a la sacudida de ideas que ya se me habían acomodado en la cabeza. Qué raro se comporta la mente cuando de sensaciones se trata, el cuerpo es una debilidad. Ya no importa que sea "una poca vergüenza" y no importa cuando se consigue el objetivo solo con el vaivén de la yema de los dedos, tampoco importa que la columna vertebral se convierta en el eje del camino que recorren los labios, ni tampoco importa que ya no importe nada.
Desprevenida, boquiabierta y con el corazón en la boca, pero no importa.

4 comentarios:

  1. Los cambios o el jugar a equivocarse y poder acertar...
    O quizás si que importa.

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  3. Importar, Claro que importa.
    Lo suficente como para saber que jugar a equivocarse es equivocarse jugando y saber que la importancia que se le da es errónea. Incoherente, idiota e incomprensible.

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