Estos días sin nombre que se pasan sin saber cómo ni qué hacer, estas semanas raras. Los días solamente cobran sentido cuando se acerca uno de los tan esperados en los que te sacas de la cabeza todo de lo que la has llenado. Y fin. Sin sentido otra vez. Pero raro factor común, ahora parece que uno de ellos tiene los mismos síntomas. Los domingos. Se me vuelven ñoños, melancólicos, faltos de un abrazo que los sostenga, los recomponga y les de ánimos para terminar las pocas horas que le faltan para dejar de ser un día sensiblón que comenzó enfadado y, más bien, cabreado con las palabras. Ahora reconozco a los domingos entre una "Marea" de ignorancia, por ser noches de "Fuga" y que esperan "Cada dos minutos" una gotita de mimos.
Fin. Se acabó, no los dejo. Que comience la semana, prefiero los "Lunes de Octubre".
domingo, 23 de enero de 2011
martes, 18 de enero de 2011
Me voy a comprar un paraguas
Estado de adrenalina pura, risa incontrolable y felicidad absoluta. ¿La fórmula? El secreto mejor guardado que tengo: la ignorancia de no saber el por qué. Como cosquillas que serpentean por el pecho que te hacen reír como cuando eras pequeño, soltando todo el aire sin vergüenza ni cohibición alguna, esa risa atronadora que te hace llegar al mayor estado de apacibilidad y relajación. Es esa que se pega, que no se para fácilmente, que por más que lo intentes sigue con el paso de los minutos y esa que hace que se me escondan los ojos tras los mofletes.
Y es que hoy me han aconsejado que me compre un paraguas, por si me pilla desprevenida la lluvia. Así no me mojo. Y eso haré, no ha podido ser más exacto, un paraguas que me proteja, que quiero seguir riendo.
miércoles, 12 de enero de 2011
Ser perfecto es haber cambiado muchas veces
Los cambios nunca son fáciles, pero al fin y al cabo es hacerse a la idea de las cosas. La firmeza de lo conocido y la simpatía de lo estable saludan, pero no hay que fiarse de todo el mundo ni de todas las sensaciones. Suelen jugar malas pasadas y, de vez en cuando, conviene protegerse un poco.
Bien instalada en el pensamiento de que las cosas que han cambiado ya son parte de la normalidad, vuelve a pasar. Me pilla desprevenida, esta vez, desprevenida, boquiabierta y con el corazón en la boca. Un vuelco al corazón. ¿No habían cambiado las cosas? Pues resulta que no, por lo menos en esta ocasión. Lapsus, desliz, excepción, el nombre es lo de menos.
Y bien, cambio deshecho. Un lío de caricias y besos, quizá eso reste importancia a la sacudida de ideas que ya se me habían acomodado en la cabeza. Qué raro se comporta la mente cuando de sensaciones se trata, el cuerpo es una debilidad. Ya no importa que sea "una poca vergüenza" y no importa cuando se consigue el objetivo solo con el vaivén de la yema de los dedos, tampoco importa que la columna vertebral se convierta en el eje del camino que recorren los labios, ni tampoco importa que ya no importe nada.
Desprevenida, boquiabierta y con el corazón en la boca, pero no importa.
Bien instalada en el pensamiento de que las cosas que han cambiado ya son parte de la normalidad, vuelve a pasar. Me pilla desprevenida, esta vez, desprevenida, boquiabierta y con el corazón en la boca. Un vuelco al corazón. ¿No habían cambiado las cosas? Pues resulta que no, por lo menos en esta ocasión. Lapsus, desliz, excepción, el nombre es lo de menos.
Y bien, cambio deshecho. Un lío de caricias y besos, quizá eso reste importancia a la sacudida de ideas que ya se me habían acomodado en la cabeza. Qué raro se comporta la mente cuando de sensaciones se trata, el cuerpo es una debilidad. Ya no importa que sea "una poca vergüenza" y no importa cuando se consigue el objetivo solo con el vaivén de la yema de los dedos, tampoco importa que la columna vertebral se convierta en el eje del camino que recorren los labios, ni tampoco importa que ya no importe nada.
Desprevenida, boquiabierta y con el corazón en la boca, pero no importa.
jueves, 6 de enero de 2011
Contando los recuerdos olvidados
¡Qué risa más tonta! Como las de los 12, bueno los 12... hasta los 19 por lo menos. Cuando hasta un parpadeo te hace gracia. No me pasa con cualquiera, ni en cualquier lugar.
Arcano escondido debajo de las arrugas de las sábanas o en el pozo de debajo de mi cama o en el respirar de las olas o, quizá, detrás de las puertas del sitio de siempre, donde el humo ya no se condensa.
El aire contaminado de la fábrica, la inconmensurable cantidad de palmeras, andar como deporte local, saltar las vayas de las pistas como deporte particular, colarnos en cualquier sitio, las noches en el manicomio, la arena de la playa en los bolsillos, el Pepe abierto hasta las 12 y media, las cuestas del Lometico, correr delante de la Policía Local, no tener más películas que ver del videoclub, las caminatas hasta el Apache, las tardes enteras en el césped del parque, romper la canasta a pachangas, los baños en pleno Mayo, las tardes enteras subida en la piragua.
Supongo, suponiendo que no sé la respuesta.
- ¿A dónde vais hoy?
- Como siempre, a dar una vuelta.
Solamente girar en la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer. Ya estoy en casa.
Arcano escondido debajo de las arrugas de las sábanas o en el pozo de debajo de mi cama o en el respirar de las olas o, quizá, detrás de las puertas del sitio de siempre, donde el humo ya no se condensa.
El aire contaminado de la fábrica, la inconmensurable cantidad de palmeras, andar como deporte local, saltar las vayas de las pistas como deporte particular, colarnos en cualquier sitio, las noches en el manicomio, la arena de la playa en los bolsillos, el Pepe abierto hasta las 12 y media, las cuestas del Lometico, correr delante de la Policía Local, no tener más películas que ver del videoclub, las caminatas hasta el Apache, las tardes enteras en el césped del parque, romper la canasta a pachangas, los baños en pleno Mayo, las tardes enteras subida en la piragua.
Supongo, suponiendo que no sé la respuesta.
- ¿A dónde vais hoy?
- Como siempre, a dar una vuelta.
Solamente girar en la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer. Ya estoy en casa.
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