viernes, 22 de abril de 2011

Corsarios, al abordaje.

El salitre pegado a mis pestañas, a cada mechón de mi pelo, a cada poro de mi piel.
Decidí hace horas que no me perdonaría el volver a irme después de meses sin haber probado un pequeño bocado de su salado ser.
Y no esperaba menos de él. Un abrazo frío, repentino, que me deja sin respiración.
Que me hace volver a los revolcones de la infancia y a los juguetes de papel. Y aquí estoy de nuevo, meciéndome en su ajetreado arrullo con la cara mirando al sol; pensando que por qué no se detiene el mundo en este segundo y me duermo con el sonido de su son.
Y así, en este mar de tempestades, fondeadero para muchos y refugio para otros, me quedo salada como el mar.

2 comentarios:

  1. Tú haz de las tuyas en el agua que luego te querrás enchufar el secador para entrar en calor... :P
    No puede ser que te fueras sin despedirnos!

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  2. Porque Signorina... ¡Nunca nos debiéramos despedir!

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