martes, 15 de febrero de 2011

No es, ni lo fue nunca, un dato empírico.

Comienzan a caer de nuevo las inoportunas gotas de la lluvia que me mojan la cara, el pelo y me calan hasta por dentro. Se me eriza el vello. La inoportunidad sorprende y esta vez no tiene connotación adversa.
Las pizcas de inoportunidad se me curvan por los mofletes y me hacen cosquillas. Estos días de un color con una reflectancia del 18% no son tristones, ni compañeros del chocolate. Hoy no. ¿Quién osa a decirle a una sonrisa que se esconda? Insignificante, será ignorada tal decisión.
Las sábanas mojadas en el tendedero, me asomo corriendo a quitarlas despacio porque esta inoportunidad que golpea mis mejillas me anima; y es que aunque me abrace a la almohada por las mañanas intentado recuperar la feliz compañía del sueño, nada se compara a un despertar nublado con un timbre familiar que me hace saber a ciencia cierta que es el precedente de la sonrisa imborrable de un gris medio.

1 comentario:

  1. Independientemente de la reflectancia, no hemos de obvia que las lentes son, siempre, curvas, y que resbala por ellas hasta un gris desánimo.

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